“Claro que tiene que haber conversaciones de paz sobre Ucrania, pero no así. Es extraño que no participe Ucrania. Ucrania tiene que estar presente en las negociaciones en las que se trate de su futuro, no que Trump sea quien los represente”, opinaba Bill, un asistente social retirado, mientras desayunaba la mañana del viernes en una de las cafeterías que salpican el centro de Anchorage. “Pero ojalá, ojalá, salga algo positivo”, agregaba un segundo después. La cumbre de este viernes entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder ruso, Vladímir Putin, ha sido recibida con una mezcla de esperanza, escepticismo, oposición y protestas en esta ciudad que un día fue territorio ruso —y donde las simpatías recaen firmemente del lado ucranio—.