
El homo economicus (concepto ideado por John Stuart Mill en 1836) situaba al ser humano como un agente que sustentaba sus decisiones diarias en la maximización de las utilidades. Esto ya había sido interiorizado años antes por Adam Smith, quien sentó las bases en que los individuos buscaban su propio beneficio mediante el intercambio de bienes, servicios, mercancías, etc., lo que a la larga favorecía a la economía como un todo, enriqueciendo a los países.