Hollywood siempre vende que fabrica sueños. A Kim Novak, sin embargo, la sumió en una pesadilla. Le dio gloria, fama, adoración del público. Y, para la eternidad, el papel de protagonista en una de las películas más relevantes de la historia: Vértigo, de Alfred Hitchcock. Pero, a la vez, la industria del cine estaba empezando a privarla de lo más importante: de sí misma.