Entre la fatiga causada por la noticia de la desertificación de Colombia por parte del Gobierno estadounidense —que retira al país de su lista preferencial de aliados en la lucha antidrogas— y el notable aumento confirmado en las áreas cultivadas con hoja de coca, la sociedad se halla en un estado de estupor. Ninguna fórmula parece funcionar en esta batalla crónica contra el narcotráfico. Ni el abordaje policivo militar de la derecha tradicional, ni el desordenado voluntarismo con el que inició la izquierda de Petro, han dado resultados.