Los mejores hoteles de París, las casas de los interioristas ilustres de hoy y las listas de la compra de los coleccionistas de antigüedades más puntillosos tienen una cosa en común: la locura por el art déco, ese estilo lujosamente geométrico —piense en imponentes biombos de laca negra o carísimas butacas beis— y eternamente moderno que hoy cumple cien años. Y que, por supuesto, nació de las cenizas del estilo contrario.