Después del letargo veraniego, los chats de clase de muchos chavales ―y de sus familias si no les llega la edad para tener móvil― han echado humo esta semana. Los centros educativos abrieron sus puertas el lunes, y buena parte ha comunicado la composición de los grupos en el nuevo curso, cuyas clases comienzan mañana en casi toda España. Muchos colegios e institutos de más de una línea mezclan a los estudiantes del mismo grado cada uno o dos años. El pasado domingo, 31 de agosto, Paula, de 14, esperó sentada delante del ordenador hasta que el reloj marcó las 0.00 y entró en la plataforma web de la enseñanza pública valenciana para ver en qué clase le había tocado. Pocos minutos y una cascada de mensajes de WhatsApp después, respiró tranquila: “Voy con casi todas mis amigas”. Muchos padres y madres también aguardan impacientes saber con quiénes se sentarán sus hijos. Una circunstancia en torno a la cual hay preocupación, prejuicios y también ciencia: la investigación apunta a que el llamado efecto compañero tiene trascendencia en su trayectoria académica.