En más de ocasión Mario Vargas Llosa recordó que fue en un bar madrileño en el que tomó la decisión que marcaría su destino: no sería abogado sino escritor. Corría el año 1958 y el joven peruano había llegado a la capital de aquella España franquista con una beca de posgrado para estudiar en la Universidad Complutense. Muy cerca del parque del Retiro se encontraba la pensión donde vivía y en la esquina de la calle Menéndez Pelayo con Doctor Castelo el bar Jute donde escribió el primer borrador de La ciudad y los perros. La distancia con Lima y con su experiencia en el internado militar Leoncio Prado donde estudió dos cursos en la adolescencia, le permitieron finalmente poner aquella historia por escrito, que saldría publicada en 1963.
