Hace ahora cinco años fue enterrado un hombre sin corazón. Nombre: Diego Armando Maradona. Profesión: genio del fútbol y prócer. El órgano fue extraído del cuerpo para convertirse en prueba pericial en la causa que investiga su muerte, de modo que el futbolista yace en una tumba junto a sus padres en el cementerio privado de Bella Vista (Buenos Aires) y el motor que lo encendía permanece a 70 kilómetros, conservado en formol en el Departamento de Anatomía Patológica de la Policía Bonaerense. Dicen los que lo han tenido en sus manos que pesa 503 gramos, casi lo que una pelota de fútbol, y que eso el doble de lo normal para una persona de esa edad, 60 años. Es un corazón castigado, arañado por microinfartos previos, y lastimado probablemente por todas las decepciones que se llevó y que provocó, las heridas que no figuran en la autopsia y que —esas sí— el difunto se llevó a la tumba.
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