Los llaman los hijos de la guerra contra el narcotráfico, son también los hijos de la maquila. Crecen bajo un horizonte estrecho: pueden elegir trabajar 12 horas al día en la fábrica que ya emplea a sus padres —por 150 dólares a la semana— o pueden ceder a las presiones del crimen organizado. Tienen 14 años y son utilizados para guiar a los migrantes al otro lado de la frontera, los despiertan de sus camas en la noche, abren el camino, conocen los senderos y cortan el alambre allá donde Estados Unidos todavía no ha puesto muro. O quizás son demasiado pequeños, entonces, vigilan, observan, avisan a los grandes. Son niños con una pistola guardada. Son detenidos y devueltos, arrestados y liberados. Son usados y explotados. Convertidos en mercancía sexual, abusados y grabados. Todo ante los ojos de un Estado que lleva décadas sin protegerlos.
Coordinación del proyecto:
Marco Antonio López
Textos:
Ignacio Alvarado Álvarez, Beatriz Guillén, Marco Antonio López y Wendy Selene Pérez
Ilustraciones:
Fernanda Castro
Diseño y maquetación:
Mónica Juárez Martín y Ángel Hernández
Edición visual:
Gladys Serrano y Mónica González