Ojos llorosos, voz ronca, la tormenta de polvo se cobra su peaje mientras visito los proyectos de World Vision en Kirkuk, al norte de Irak. En todo el país, estos fenómenos suceden ahora dos o tres veces por semana. Los efectos devastadores a corto plazo sobre la salud, la producción de cultivos y la mano de obra son evidentes, pero las consecuencias a largo plazo apenas empiezan a comprenderse.