Más allá de las olas de calor o de frío, los cambios estacionales —ciclos anuales de primavera, verano, otoño e invierno— modifican, como es bien sabido, las temperaturas ambientales, pero también la cantidad de luz solar, el régimen de lluvias o la intensidad del viento. Todo ello puede desempeñar un papel importante en la fluctuación emocional de las personas vulnerables, algunas de las cuales pueden presentar una meteorosensibilidad. Hay expresiones coloquiales que dan fe de este hecho. Así ocurre cuando se habla de que “la primavera la sangre altera” para referirse a cambios en el estado de ánimo y el comportamiento, como sensaciones de euforia, energía y sensualidad. Pero esta expresión también alude a la denominada astenia primaveral, un período de cansancio y apatía que algunas personas experimentan durante esa época.