En la calle, en casa, en las redes, parece que el sentimiento de ira y crispación se expande. Será por las prisas, porque la cola en el supermercado va lenta, porque el pelo nos ha quedado mal, por la cruel precariedad laboral, por el problema de la vivienda, por los extremismos políticos, por la crisis climática. Y por la siniestra caja de resonancia digital, que se hace eco de todo incansablemente.
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