
Septiembre volvió a agitar las aguas de la memoria, pero esta vez de formas insospechadas. Completamente fuera de libreto, la paradójica posibilidad de que una detenida desaparecida se encuentre con vida, desestabilizó los relatos aceptados y aceptables sobre las víctimas del terrorismo de Estado y nos enfrentó con la porfiada presencia de nuestros fantasmas, en un momento en que, además, nos alejamos a paso firme del consenso transversal que decíamos tener en materia de derechos humanos.