Máximo Napa Castro llevaba setenta días perdido en altamar, a más de quinientas millas del litoral peruano, cuando cumplió 61 años, meciéndose en la soledad de su bote. Las diez latas de atún, los ocho kilos de arroz y los tres kilos de fideo con los que había zarpado el 7 de diciembre desde San Juan de Marcona —un puerto a ocho horas de Lima— eran ahora un recuerdo inalcanzable. El ruido de sus tripas y el sonido del mar se habían convertido en un solo eco que martillaba sus oídos. Y él, asquiento desde pequeño, tragó saliva con su boca reseca para hacer lo que hacen quienes desean seguir viviendo: ceder ante el hambre.
El naufragio de Máximo Napa: beber lluvia y comer cucarachas durante 90 días para sobrevivir
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