A varios de los venezolanos que regresaron del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) a Venezuela les quedaron las muñecas y los tobillos marcados. Estar hincados con las manos atrás o caminar agachados esposados de manos y pies fue parte de la rutina diaria en los cuatro meses recluidos en la prisión salvadoreña, la megacárcel de Nayib Bukele. Allí los envió el Gobierno de Donald Trump recurriendo a una antigua ley contra enemigos extranjeros: una parada infernal en su irregular proceso de deportación desde los Estados Unidos
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