Solo se rompen las cosas que importan. Me refiero a que la conciencia de que algo ha sido verdaderamente quebrado, pisoteado o hecho trizas llega a nosotros cuando lo que estamos a punto de perder es un bien preciado. No resulta raro, entonces, que uno de los conceptos predilectos de los teóricos de las relaciones y de las “nuevas maneras de amar” sea el duelo, hoy resignificado como una pérdida no solo mortal, sino también ligada a la ruptura amorosa y, sobre todo, a la desaparición de una amistad. Se duela la muerte y se duela el desprecio. Por eso siempre he pensado que en esto del “amar nuevamente” había una trampa. Novísimo deseo, novísimo cariño y novísima pasión, sí, pero ¿qué pasa con el nuevo detestar? ¿Cómo pensamos las nuevas formas de odiarnos, para que la violencia no sea tanta, o para que el desencuentro no caiga en imposición o injusticia? ¿Se puede odiar bien? ¿Se puede detestar un poquito mejor? ¿Podemos des-enamorarnos, des-relacionarnos, rabiarnos, pelearnos, separarnos, repudiarnos de una manera un poco más calmada, manchada de una capa más ligera de rencor?
Amiga mía
Raquel Congosto
Blackie Books, 2025
176 páginas, 14 euros