Las gradas del Hayward Field rugieron este domingo como solo ruge un estadio de atletismo cuando presencia algo histórico. En la última curva de los 800 metros, un crío de tan solo 16 años aceleró por las calles exteriores para adelantar cinco posiciones y, en un final meteórico, terminar en segunda posición la final de los campeonatos nacionales de Estados Unidos. Lo mejor, sin embargo, lo verdaderamente diferencial, no fue la medalla de plata, meritoria de por sí para alguien tan joven, sino el tiempo registrado en la línea de meta. Cooper Lutkenhaus, cabello rubio, rostro pálido e imberbe, había detenido el cronómetro en 1 minuto, 42 segundos y 27 centésimas, una marca que desde este fin de semana ya es la cuarta más rápida de la historia de Estados Unidos y que hubiera sido récord nacional absoluto hace solo un año.