Los aplausos que resonaron en el ala izquierda de la Eurocámara cuando la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, abogó por cumplir los objetivos climáticos e impulsar la transición verde como motor imprescindible de la economía europea se apagaron en cuanto la socialdemócrata empezó a hablar de inmigración. Ahí se encendió la bancada más ultra, hasta el punto de que la gobernante danesa, cuyo país ha asumido este mes la presidencia de turno de la UE, tuvo que pararlos y decirles que aplaudían demasiado pronto su programa.
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