Sin categoría

Clasismo

Evelyn Matthei con parte de su equipo de campaña. Diego Paulsen detrás de la candidata, de camisa blanca, en Santiago, el 26 de octubre.

En estos días se ha hablado profusamente de la ofensiva frase lanzada por el jefe de campaña de Evelyn Matthei, quien calificó al actual Gobierno como un “Gobierno de atorrantes. Aunque la expresión puede parecer apenas un exabrupto más en la escalada retórica de la campaña, conviene analizar lo que esa palabra connota, no sólo desde una perspectiva política, sino también sociológica. Atorrante no es una simple crítica a la gestión o a la ideología de un Gobierno. Es un insulto con historia, cargado de clasismo. Su origen lunfardo, lo asocia con vagancia, desidia, desvergüenza, pero también con marginalidad social. Llamar a alguien atorrante implica más que acusarlo de incompetente; implica despojarlo de legitimidad, lo ubica fuera de los márgenes de la respetabilidad social, lo tilda de innecesario, de parásito, una vez más.

Seguir leyendo

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Salir de la versión móvil