Todo empezó en 1996, cuando las lluvias fueron menores que en años anteriores. Las precipitaciones no se recuperaron en 1997, ni en 1998 y tampoco en 1999. De hecho, siguieron bajando y, en 2006, una década después, registraron el mínimo histórico. En Australia la conocen como la sequía del milenio y fue el episodio de mayor estrés hídrico desde que los europeos llegaron al continente. La producción de algodón, por ejemplo, se redujo casi en un 70%. En Melbourne, capital del estado más afectado, que bebía de embalses, tuvieron que reciclar las aguas residuales e instalar plantas desaladoras. Para los científicos fue un tipo de sequía que antes sucedía cada siglo y ahora más frecuentes, azuzadas por el cambio climático: eventos tan largos como duraderos que pueden comprometer la estabilidad de toda una sociedad o un ecosistema. Ahora, un experimento global ha analizado cómo responden ecosistemas críticos a una sequía extrema de larga duración.