En 2022, cuando hacíamos balance sobre las lecciones que nos dejó la pandemia, emergió un consenso transversal a nivel educativo: era urgente actualizar el currículum nacional, corazón de los procesos educativos del país. El aula se vio obligada a trasladarse a los hogares y todos nos convencimos de la necesidad de priorizar lo esencial y dotar de sentido a los aprendizajes. Esta demanda se volvió aún más apremiante en los últimos años, en un contexto marcado por problemáticas nacionales e internacionales que nos recuerdan a diario la necesidad de hacer de la escuela un espacio para formar ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI.