Adoro septiembre y adoro enero porque con ellos llegan los nuevos propósitos. Me gusta incluso el fallo que viene después porque forma parte del proceso: si la ciencia se ha construido sobre millones de hipótesis erróneas, por qué no vas tú a abandonar enseguida las clases de cerámica. En mi caso, el espíritu experimentador tiende a alargarse más allá de la época de las buenas intenciones. Depende de cuándo me preguntes, puedo estar aprendiendo lectura rápida, intentando mejorar la calidad de mi sueño o lanzando algún proyecto en internet. Este año la cosa se me fue un poco de las manos y acabé como voluntaria en un ensayo clínico organizado por una universidad solo porque siempre he querido saber cómo funcionaban. Afortunadamente, fue una experiencia muy interesante que no implicó probar fármacos radiactivos: durante dos meses dediqué un par de horas semanales a reunirme con un grupo de desconocidos y probar juntos la docena de técnicas con más evidencia acumulada por su influencia en el bienestar (a excepción de la meditación, asignada a otro grupo). Evaluamos su efectividad a través de un diario donde apuntábamos las situaciones estresantes, con sus causas y sus efectos, y el simple hecho de ser consciente de ellas fue para mí la gran revelación del experimento.
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Pequeños experimentos cotidianos
- by Delia Rodriguez
- 28 de Agosto de 2025
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- 3 semanas ago