
El archipiélago de Fernando de Noronha, a 500 kilómetros de la costa noreste de Brasil, es un paraíso natural aislado, una joya natural a la que no es fácil llegar y un destino exclusivo conocido por sus playas desiertas y sus ricos fondos marinos. También es un desafío a la hora de abastecer de luz eléctrica a los 3.000 habitantes que viven en la isla principal y los miles de turistas. Las luces que alumbran los disputados restaurantes y pensiones tienen un reverso: barcos cargados de diésel que cruzan el Atlántico cada pocos días para quemar el combustible en una central termoeléctrica. Esa realidad, no obstante, tiene los días contados. Un proyecto de Neoenergia, la filial brasileña de Iberdrola, presentado este sábado, pretende descarbonizar la isla en 2027 apostando por la energía solar.

